HOMILÍA 7
DE OCTUBRE
Chicos que toman por primera vez la
Sagrada Comunión,
Queridas familias de Leones,
Hermanos todos,
Otro 7 de octubre ha amanecido sobre
nuestras vidas, y como hicieron nuestros antepasados aquí estamos reunidos junto
a Nuestra Madre y en la casa de Dios para honrar su memoria del Santísimo Rosario.
Es una inmensa alegría poder compartir
esta Misa festiva entre todos, consolidando parte de nuestras tradiciones, y
sobre todo renovando nuestra fe, en aquella que ha sido elegida desde hace tantos
años como nuestra celestial patrona.
A Uds. chicos que toman su primera
Comunión, les digo que además de haber pasado unas noches de novena en medio de cantos y reflexiones, hoy ha llegado finalmente el día
que durante dos año se vienen preparando junto a sus catequistas y la comunidad. No se olviden jamás de este momento,
en que el Señor en su cuerpo y su Sangre redentora ha venido a Uds. a darle un
alimento que siempre necesitarán, en las cosas lindas de la vida y en aquellas
que no lo serán tanto. Jesús debe ser el centro de nuestra vida, porque sólo Él
puede darnos por el Espíritu Santo esos dones que cada noche explicamos. Miren
si no van a necesitar del don de la sabiduría, de la ciencia, y el entendimiento
para que puedan llevar una vida linda, sana y ordenada. Como no van a necesitar del don de
la Piedad y el Consejo, para caminar seguros más allá de todos los
contratiempos que puedan venir. Como no van a necesitar la Fortaleza y el
Respeto a Dios nuestro Señor para acometer los objetivos que cada uno se
proponga. Todo esto viene de Dios, de
la acción del Espíritu Santo, y entonces van a experimentar que la felicidad no
depende mucho de las cosas que tengan sino de una relación esencial,
fundamental con Dios, Él nos ama y nos da lo que necesitamos en la vida
espiritual, lo demás vendrá con su ingenio, trabajo, esmero y dedicación
Toda la comunidad esta tarde los
pone en manos del Virgen María del Rosario, ella es nuestra patrona, no dejen
de venir a este lugar a dar gracias y a pedir, aquí no van encontrar ni
enemigos, ni egoístas, ni Jesucristo, ni su Madre la Virgen son así.
Mi buenos hermanos: El plan de
salvación ha querido pasar por una mujer sencilla, de pueblo, humilde y
creyente, María Santísima, es en ella dónde la acción del Espíritu Santo hizo
la obra maravillosa de encarnar a la segunda persona de la Trinidad, el Hijo,
que asume su carne humana siendo Jesús de Nazareth, el que por su Pascua nos ha
dado la nueva vida de la gracia. Hoy al mirar el rostro y la vida de María,
vemos como se cumple plenamente en ella lo que cada noche hemos meditado, porque
es la Mujer fuerte de Belén, servidora en la Visitación, llena de gozo cuanto canta el Magníficat y la bondad
tierna de su maternidad divina con Jesús y con nosotros.
María Virgen es el
prototipo de la mujer que es fecunda por los dones del Espíritu Santo, y
reproduce como nadie los frutos de esa acción divina. Es ella la que sostuvo en
su vientre al niño, son sus brazos los que lo acunaron en Belén y sostuvieron al pie de la Cruz, y su mirada la
que lo vio crecer hasta la Pascua. Y más allá de la Pascua es la mujer que dio unidad
y fortaleza al débil colegio apostólico que no se convencía de la Resurrección
de Jesucristo.
Así en nuestras vidas, desde niños
la hemos visto, y nos ha mirado, y nos sigue mirando quizá con algo de tristeza
en sus ojos porque no hemos seguido a su Hijo tal como debiéramos, es nuestra
naturaleza errática la que probablemente nos haya apartado del camino. Hoy volvemos
a sus manos, hoy volvemos a mirar sus ojos, y notamos que nunca estuvimos tan
seguros y felices que cuando nos acogemos a su ternura materna, a su bondad benigna
y longánime.
El mundo siempre es el mundo,
nuestras luchas, el trabajo, la familia, las miles de situaciones que van
haciéndonos quizá lejanos a la fe, debemos dejar entrar su presencia, ella nos
dirá lo de siempre: “Hagan lo que mi Hijo les diga”. Y entonces caemos en
cuenta que debemos vivir tratando con Jesucristo, que es "el camino, la verdad y la
vida”. Nunca erraremos la senda, y aunque a veces estrecha las metas se logran y
con esa paz y alegría de la que hemos hablado largamente en la novena.
Las cosas del Espíritu humano no
pueden están ajenas a lo que ocurre en la realidad cotidiana, somos hijos de
Dios, y por ello pertenecemos en parte al cielo, pero somos hombres y mujeres que
viven en el mundo, y somos ciudadanos en ese sentido de la tierra.
No se puede dejar pasar por alto que,
por místicos que podamos ser, debemos ser también muy realistas en las cosas del
mundo, somos ciudadanos de los dos reinos. Un mundo difícil, competitivo, a veces sin el mínimo de valores está frente a nosotros y formamos parte de él. Bueno, allí estamos, debemos en lo que podemos transformarlo, hacerlo más
humano, menos doliente.
No podemos ser ajenos a que nuestra querida patria Argentina está
viviendo momentos dónde conmueve la inestabilidad en todos los sentidos, hay
muchos hermanos que sufren a nuestro alrededor, falta de pan, de alimentos, de
vivienda, de trabajo, de cultura, de lo indispensable. También estamos en vísperas de
elegir gobernantes. Como no apelar a los dones de sabiduría y de Consejo del
Espíritu Santo para poder hacerlo con responsabilidad, porque no se trata ya de
nosotros solamente, se trata del futuro de nuestros niños y jóvenes, y de tantos débiles
y postergados. ¿Cómo es posible que falte el pan en la tierra bendita del trigo? Hoy se
nos impone bajo la acción de Dios cerrar heridas y abrir caminos nuevos, a
futuro nuevo y mejor. Es también nuestra tarea, de todos. Pongamos a Argentina
en el corazón de María, y en nuestro corazón.
Amén.
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